lunes, 16 de noviembre de 2009
¿PODEMOS SALVAR COPENHAGUE?



De nada sirvió que el primer ministro de Dinamarca, Lars Loekke Rasmussen, viajase de urgencia a Singapur, a la asamblea de la Asociación Asia-Pacífico (APEC), para intentar convencer a las principales potencias de que se podía llegar a un acuerdo. Estados Unidos y China, los mayores contaminantes del mundo, hicieron ayer oficial el fracaso de la conferencia del clima de Copenhague.

 Los líderes han estado de acuerdo en que no es realista esperar un gran acuerdo internacional vinculante entre ahora y Copenhague, que empieza en 22 días, Los dirigentes de ambos países, apoyados por algunas de las principales naciones emergentes del mundo, comunicaron al Gobierno de Dinamarca que no será posible conseguir en esa ocasión un acuerdo vinculante que permita la reducción de emisiones de dióxido de carbono.
En su lugar, se intentará lo que se ha llamado retóricamente acuerdo en dos etapas, y que, consiste en hacer en Copenhague una declaración de intenciones, que se postergarán los compromisos obligatorios para la conferencia que debe celebrarse el próximo año en México.Desde hacía tiempo se daba por descontado que la suerte de Copenhague estaba plenamente en manos de Estados Unidos y China, que se habían dado de plazo hasta la actual gira de Obama por Asia para encontrar un arreglo satisfactorio para ambos. Pese a la voluntad manifiesta del presidente norteamericano de avanzar en esta materia, ese arreglo no ha sido, finalmente, posible tanto por la resistencia de China como por la incapacidad del Congreso estadounidense de aprobar una legislación energética compatible con los propósitos de Copenhague.

Obama no quiere firmar ningún acuerdo que, como ocurrió con el de Kioto, suscrito por Bill Clinton, no sea después refrendado por el Congreso. China, por su parte, no está dispuesto a hacer movimientos relevantes en ese campo que no vayan acompasados por Washington. Lo mismo puede decirse del tercer mayor contaminante, Indonesia. Y Japón, cuyo nuevo Gobierno había anunciado recientemente la voluntad de reducir las emisiones de gases, tampoco quiere hacerlo sin acciones recíprocas por parte de China y Estados Unidos.
De esta manera, con toda probabilidad, otras grandes naciones en desarrollo, como India y Brasil, se negarán a respaldar acuerdos que no estén apoyados por esos cuatro países, y Copenhague puede quedar reducido a un ejemplo más de voluntarismo infructuoso.









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